¿ES NORMAL QUE LA LACTANCIA DUELA?

En el post de hoy, quiero hablar sobre la lactancia, esa etapa tan dura y tan desconocida por parte de la mayoría. Siempre tendemos a idealizar el hecho de poder alimentar a nuestro bebé y como es algo innato, no somos conscientes de lo importante que es aprender acerca de ésta.
Durante la crianza, se necesita tiempo, tranquilidad, conocimiento y comunicación con tu bebé. Sobre todo si es la primera vez que amamantas. Y sí, es normal que al principio moleste, que el pecho esté más sensible e irritado, pero no debe nunca doler. Si duele, algo no debe estar bien.
Yo, soy la primera que casi abandono a los 15 días por dolores y malestar. Jamás pensé que fuera tan difícil acoplarse con tu bebé. Muchas opiniones, demasiados consejos, y varias críticas… que lo único que hacen es cuestionarte constantemente si estás haciendo las cosas bien, quitándote un poco de seguridad en ti misma, como madre. Por ello, quería sacar tiempo para contaros mi experiencia, para ver si puede ayudar a alguna futura mamá. Pero, quiero remarcar que es sólo mi experiencia. Cada mamá es un mundo, y no todas pasamos por lo mismo. Pero durante el largo camino de la lactancia nos podemos encontrar con algunos obstáculos;
subida de leche, grietas, bebes de alta demanda, de baja demanda, mastitis, mal enganche…
En fin, las posibilidades son casi infinitas y más, si somos madres primerizas o mamás de mellizos, gemelos o trillizos como le paso a mi hermana Paloma.
La verdad es que yo, a pesar de saber lo necesario que era estar informada, reconozco que no hice mucho caso, pensando que no tendría problema ninguno. (Yo y mi optimismo desbordante, jajaja). Para mi sorpresa, no fue un camino de rosas… hubo llantos por su parte y por la mía, pero eso no significa que a todo el mundo le cueste. Yo, según mi experiencia, me arrepiento de no haberle dado la importancia que realmente tiene.
¿Por qué nos preparamos tanto para el parto y tan poco para la crianza?…
Nada más nacer, Lola buscaba como una loca, pero la pobrecita no se enganchaba, el primer problema que se me planteó fue ese mismo. Ella no abría lo suficiente la boquita, y yo tenía el pezón chiquitito y plano, algo bastante común en las mujeres, y sobre todo en primerizas, ya que la forma del pezón te la va dando tu propio bebé a través de la succión durante las tomas. Por ello, con cada niño, suele ser mucho más fácil que el anterior. Recordé que la primera enfermera que pasó a verme me preguntó simplemente que qué tal y al saber que era primeriza, me dijo que estuviera tranquila y tuviera paciencia que poco a poco iríamos adaptándonos. Pero no me dio mucha recomendación. Mis hermanas y mi madre me aconsejaban siempre masajear el pecho antes de empezar a darle, apretar un poquito para que saliera el calostro y las gotitas que salían esparcirlas por todo el pezón para hidratarlo. Luego, volver a repetir la misma acción y al salir la leche poner al bebé bien cerquita para que se enganchara. Pero a Lolita le costaba mucho.La siguiente enfermera, que vino a vernos, me enseño a abrirle bien la boquita para facilitar el enganche. También me contó que podía hacer vacío con una jeringuilla para sacar un poquito más el pezón hacia fuera.
La primera noche de hospital apenas dormimos, me pedía cada muy poquito tiempo. No sabía si es que se quedaba con hambre o qué, pero la verdad es que era tan mona, que hasta el puchero y llanto mas desconsolado, nos sacaba una sonrisa.
Al día siguiente, sin exagerar, la pobre no comió apenas. Se ponía muy nerviosa. Paloma me insistió en que me llevara en la maleta del hospital de Lola el sacaleches y así lo hice. Pensé en empezar a utilizarlo, para ver si así se me iba sacando más el pezón y ayudarla a Lola a engancharse, pero entre las visitas y la gente que vino, no saqué tiempo para ponerme con ello.
Por la tarde , con el cambio de turno, la enfermera me dio una clase magistral de lactancia. Me dijo que era normal que pidiese tan a menudo, que la succión no sería tan productiva y que me desesperara, que era ella quien marcaría el ritmo. A veces, tan chiquitines, están tan a gusto al pecho que se quedan fritos, teniendo que “incomodarles” para que coman. Me recomendó quitarle el pelele o dejarla sólo con el body. Otras veces, le pasaba una toallita húmeda por el cuello para espabilarla. También me dijo lo importante que era descansar entre pecho y pecho para sacarle los gases. Que hasta que no lo soltara, no la pusiera de nuevo a mamar. Que así, también dábamos tregua al pecho. Y me pautó biberón de refuerzo porque había perdido bastante peso al comer ese día tan poquito. Así que así lo hice, 10 minutos en un pecho, sacábamos los gases, 10 minutos en el otro, gases y bibe de 60ml. No sabéis que rápido se tomaba el biberón. La niña pasó muy buena noche. Pedía cada 2h y media o 3h. A veces se te juntaba una toma con otra porque le costaba coger el sueño y nos pasábamos mucho tiempo intentándola dormir. Pero, con lo dormilona que siempre he sido yo, nunca me costó tan poquito “no dormir apenas”. Me encantaba verla y sentirla conmigo.
Era nuestro momento, a pesar de los lloros incontrolados que le daban de repente.
La subida de leche, ¿cómo lo noté?
A la mañana siguiente, nos mandaron a casa, ya que estaba todo muy bien y recuerdo que esa misma tarde/noche empecé a notar la subida de la leche. ¿Cómo lo noté? Pues se me hinchó mucho el pecho, lo tenía muy duro y caliente. También empezaba a encontrarme con un poco de fiebre acompañado de escalofríos. Mal cuerpo en general. Me recomendaron paracetamol en caso de encontrarme muy mal. Me centré en masajearme mucho el pecho para evitar que se pusiera duro y que los conductos galactóforos se colapsaran. Si no lo haces, puedes llegar a notar como “piedras” o “partes duras ” alrededor de todo el pecho.
He oído hablar tanto de la famosa “mastitis” que no sabéis lo que me drenaba el pecho. Para eso sí estaba preparada, porque después de tantos años oyendo a pacientes hablar de lo mucho que les dolió la subida de la leche o el haber padecido mastitis, que quería poner en práctica todos mis conocimientos. Ahí empecé a hacer algo muy rutinario que no me fue nada mal. Antes de dar el pecho me ponía a darme un masajito o si me iba a duchar lo hacía con agua calentita y me masajeaba a la vez, daba el pecho y luego me ponía frío. Sí, sí… frío local con las bolsitas esas de gel que se ponen en el congelador. Mi madre me decía que tuviera cuidado porque ella cogió mastitis por una corriente de aire acondicionado en pleno verano. Pero yo me ponía 5-10 minutos, no más y la verdad es que me descongestionaba mucho, me fue fenomenal!
A los pocos días el pecho me dolía mucho. Lola succionaba muy fuerte, todo el mundo me decía que era muy ansiosa (y tragona también). Me dolía el enganche, durante la toma y después de ella de lo irritado que lo tenía. Recuerdo la sensación de que mi ropa rozase algo el pezón y ver las estrellas. Era horrible, me fui a comprar sujes de lactancia mas ligeritos, me ponía después de la toma el purelán y me puse los discos absorbentes para proteger el pezón del roce. Pero seguía igual, y el dolor se fue instaurando y yendo cada vez a peor. Ya temblaba cuando se acercaba la hora de dar el pecho, y encima Lola era muy glotoncilla. Se tiraba muchísimo tiempo mamando y yo mordiéndome la lengua para aguantar.
El sábado 30 de diciembre, desesperada, llamé a Charo, la matrona que trabaja en BabyBe y que tanto ayudó a mi hermana Paloma con el pecho con los trillizos y no tardó en decirme “Belén, dame media horita que voy para allá”.
No sabéis cómo comió de bien Lola, me estuvo valorando el enganche, y me enseñó cómo colocarla correctamente, y sobre todo su boquita. Al parecer no abría lo suficiente la boca, y tenía que ocupar toda mi areola, poner la lengua por debajo del pecho, sus labios sobresaliendo hacia afuera y su barbilla y nariz pegadas al pecho, es decir, que le pusiese la boquita como un pez. Me valoró también las grietas que ya tenían sangre. Su recomendación era que me pusiera pezoneras de momento, que ya conseguiríamos darle sin ellas en cuanto mejoraran las heridas. Y que dejara el pecho al aire, puesto que al taparlos se pueden llegar a macerar al estar todo el tiempo humedecidos y así las heridas tardarían más en cerrarse… Me cambió los discos absorbentes por recolectores de leche y así no me rozaba nada el pecho. También me mandó un jabón regenerante que noté muchísimo. Aprendí diferentes posturas para dar el pecho, y lo importante que era para evitar grietas y daños en el pezón.
No sé si me dio a mí seguridad o qué, pero la toma fue estupendamente y Lola estaba muy tranquila. Me recomendó que me sacara leche para ir almacenando porque al parecer tenía mucha. Y a la vez, formarme más el pezón. Para darle esa leche, me enseñó a hacerlo con una jeringuilla y sonda en alguna toma para que la peque no se acostumbrara al bibe y luego no quisiera pecho.
Puse todo en práctica y la verdad que pasamos mejores días, aunque el dolor seguía ahí. No entendía porqué con Charo apenas me dolió, no sabía cómo me colocó la niña pero algo no estaba haciendo bien. Una noche, dándole el pecho de lado, Lola al ponerse tan nerviosa, me movió la pezonera sin yo darme cuenta, y al seguir succionando me hizo una herida gigante. Ahí fue cuando ya me dieron ganas de abandonar. Yo, que siempre había sido una defensora nata de la lactancia materna. Jamás me lo imaginé. Tenía sentimientos encontrados: quería darle mi leche porque sabía sus múltiples beneficios y deseaba tanto que no me doliera… pero también sabía que el dolor me ponía nerviosa y eso la niña lo notaba. Así que me dije, voy a probar a darle biberones de mi leche y descansar así el pecho. Y, entramos en el mundo del sacaleches. Los días fueron pasando y yo cada vez me ponía más nerviosa porque la niña comía mucho, unos 150ml tan chiquitita y veía que no me daba tiempo a sacarme suficiente leche para esa cantidad… Las tomas eran muy seguidas. Tenía que dar el biberón, quitar los gases, intentar dormirla y dormirla rápido para volver a sacarme leche para la siguiente toma. Y a Lola le costaba (y le cuesta!) tanto coger el sueño… que se me juntaba una toma con otra.
El día de reyes, salió el tema de dar el pecho y Palomita me animó a que no lo dejara. Yo recuerdo que me eché a llorar, no sé si estaba con las hormonas a flor de piel pero me sentía muy mal por querer y no poder. La herida no cicatrizaba, y cada vez me salía menos leche. Fran me abrazó y me dijo “se acabó, vamos a comprar leche de fórmula para tener en casa, por si acaso. No puedo ni quiero seguir viéndote así..” Pues, parecerá tontería, pero, a raíz de comprar el bote, no se si fue relajarme por no tener tanta presión encima, que me salía más leche. Así estuve una semana, pero de repente, empezamos de nuevo con llantos, llantos de “tengo hambre mama”. No me lo explicaba, la gordita comía bien y a la media hora me pedía más y lo peor era el lío de biberón, lavarlo, esterilizarlo, calentarlo al baño maría (al ser mi leche no podía ser en microondas), y después de la toma, dormirla y ponerte a sacar leche de nuevo. Un auténtico rollo. Y difícil no desesperarse. Tras una noche malísima en la que apenas dormí una hora seguida, llamé a Charo. Me explicó todo lo que estaba pasando. Era una crisis de crecimiento, que suelen darse para que no se te retire la leche, y los bebés te piden cada menos tiempo. La naturaleza es tan sabia.
Ahí me preguntó que qué tal seguía el pecho, y le dije que lo había dejado de dar directamente. Que le daba mi leche en biberón porque no me veía el pecho nada bien. Ella volvió a casa a verme y explorarme las heridas, que ya estaban mejor pero el pezón no tenía buen aspecto. Se había macerado. Y, ¿por qué? si los dejaba al aire el tiempo que podía, me ponía purelán (sin pasarme de cantidad) y al preguntarme mi rutina con el sacaleches, ella dio con la causa. Al parecer, pasaba demasiado tiempo con el sacaleches. Me podía tirar unos 40-45 min. Me enseño entonces cómo sacar leche bien, sin presionar ni ejercer fuerza contra el pecho, y con una succión más rápida de la que yo me ponía, sin que me doliera. En 5 min llenaba el biberón, me quedé a cuadros. Y encima, probé a darle la toma me manera diferente, en una postura que las dos estábamos muy cómodas.
Recuerdo que me sorprendí al ver que no me dolía tanto como antes. Eso sí, seguía con las pezoneras porque Lola no había manera de que se enganchara sin ellas. Me gustó la sensación de poder volverla a poner al pecho y a pesar de haber estado tanto tiempo con biberón apenas le costo trabajo. Mi niña es una todoterreno y se la veía encantada. También cambié lo de cambiar de pecho, me ponía la niña en un pecho hasta vaciármelo porque, según me explicó Charo, la parte mas nutritiva que sacia a los chiquitines, es el final de la toma. Luego si seguía con hambre le presentaba el otro y en cuanto se retiraba del pecho, que significaba que estaba llenita, me sacaba la leche para ir almacenando.
A la vez que fui poniendo en práctica todos los consejos de la matrona, fui a que le viera la boquita porque la succión seguía siendo muy fuerte y ahí la osteópata de BabyBe vio que tenía un problema de succión que debía corregir. Después de dos sesiones y de realizar unos ejercicios que hicimos en casa antes de ponerla al pecho fue cada día mejorando.
A día de hoy, puedo decir que gracias al asesoramiento, el cariño y la paciencia de mi matrona, al apoyo de mi madre y mis hermanas, sigo dando el pecho a Lolita. Y lo más importante, sin dolor. Gracias a ellas no tiré la toalla, porque es fácil abandonar, os lo aseguro. Ahora no lo cambio por nada. Hoy sé que la lactancia no tiene porqué doler. Es el momento más bonito e íntimo de Lola y mío, es nuestro momento. Solo nuestro. Su respiración, su mirada, su calorcito, su manita agarrando a mi camiseta (tapándose la carita cuando sabe que la voy a quitar el pecho para sacarle los gases), su olor, su cuerpecito pegado al mío. Toda ella. Y enterita para mi y yo para ella.
También quería dejar claro que a veces no se puede instaurar una buena lactancia y se pasa muy mal. O que, simplemente, la madre no quiera darlo por determinados motivos. Y eso, tiene que ser totalmente respetable. Cada una sabe lo mejor para su situación. No hay que hacerlo por convicción, sino porque quieras o en otros casos, puedas. Por ello, solo quiero respeto para este tema y tolerancia porque hoy en día se critica o cuestiona demasiadas cosas que ni siquiera se viven en primera persona.
Lo fundamental es alimentar a tu bebé a base de cariño, mimos, canciones y amor, MUCHO AMOR!!!! Y no frustrarse en el intento. Es importante estar bien y fuerte psicológicamente para que todo vaya bien! Con paciencia y tranquilidad!
Me encanta todo lo que escribes! Espero algún día ser mamá y ayudarme de vuestros consejos
Muchas gracias Aida, pues ya verás como sí y que estaremos siempre aquí para lo que necesites!
Qué pena que no estéis en Barcelona porque iría a visitaros, estoy en una situación después de casi 6 meses que cada día tengo más problemas con la lactancia y leyendo tu artículo veo que quizá tendría solución. Un abrazo.